lunes, enero 13, 2014

La intimidad en el teatro

Como espectadores de una obra teatral, podemos quizá definirnos, también como una especie de personajes. Ni protagonistas ni antagonistas, ni aludidos ni dentro de ninguna clasificación de la que solemos echar mano. Un personaje que asiste a un momento de intimidad que le es ajeno, no le pertenece, ni le es natural. Siempre el espectador es testigo de un momento íntimo de dos personas, de una o de cientos. Cualquier momento que no nos pertenezca por naturaleza, se convierte en un momento íntimo de quienes si les pertenece.
Cuando el espectador es consiente de ese carácter antinatural de su presencia allí como testigo, el hecho teatral empieza a tomar una dimensión superior.
Los personajes se vuelven modificadores absolutos de la realidad, aparece la tensión y las historias dejan de ser recreadas y empiezan a ser creadas. En ese momento la historia sobre el escenario se genera, transcurre y finaliza en ese momento, sin una génesis literaria ni artística... el teatro se confunde con la realidad, porque sobre el escenario se genera realidad.
La intimidad y su elaboración desde los mecanismos de los actores y la aceptación del público, es quizá, uno de los gestos más importantes que tiene el teatro para construir su propio universo.

Julio Chiorazo